Según datos del censo 2010 del INEGI, del millón 325 000 habitantes que a mediados de ese año tenía Quintana Roo, más de 404 000 —esto es, casi la tercera parte— eran indígenas. Y la idea general, casi estereotipada —sobre todo por la explotación turística y medítica de las inexistentes profecías mayas—, es que se trata de nativos de la región, que como se sabe fue el último refugio de los indios sublevados durante la llamada Guerra de Castas, quebarrió a la península de Yucatán durante toda la segunda mitad del siglo XIX y de hecho terminó hasta entrado el segundo cuarto del XX.
Pero a mucha gente le sorprenderá saber que de esos más de 404 000 indígenas, casi el 45 % provienen de otras entidades. No solo, como parecería lógico, del vecino estado de Yucatán, sino de otros muchos lugares, principalmente Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Guerrero e incluso de Guatemala. De estos últimos, algunos llegaron recientemente, en tanto que otros llevan ya muchos años en Quintana Roo, donde se les acogió como refugiados durante la guerra civil en su país y terminaron no solo arraigándose, sino teniendo hijos que —mexicanos por nacimiento— contribuyeron a esa gran diversidad étnica que caracteriza al Caribe mexicano.
Y cuando decimos gran diversidad étnica, hay que tomarlo al pie de la letra. En Quintana Roo, según los datos censales, se hablan 50 de las 63 lenguas indígenas de México. Salvo el Distrito Federal —que por razones obvias atrae migrantes de todo el país—, no hay otra entidad de la República con tal multilingüismo. Para tener una idea de lo intensa que ha sido la migración indígena hacia Quintana Roo, basta decir que, según datos del muestreo de población y vivienda 2005 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), ese año casi el 60 % de los indígenas aquí residentes dijeron haber nacido en otra entidad. En cambio, en el vecino estado de Yucatán, apenas el 1.6 % de la población indígena es inmigrante.
Cambios en la migración La peculiar composición étnica de Quintana Roo es resultado de un importante cambio de los patrones migratorios registrado durante los últimos 20 años en el país. Tradicionalmente, la migración indígena había sido limitada. A pesar de las duras condiciones de vida en sus localidades —no hay que olvidar que de los 386 municipios considerados de alta marginación en el país, 209 son de población mayoritariamente indígena— los miembros de las diversas etnias preferían seguir viviendo en sus comunidades por tres razones principales: en primer lugar, porque ahí la mayor integración social y familiar les permite encontrar apoyo, comprensión y respaldo. En segundo término, por la falta de información sobre las perspectivas que les ofrecen otros lugares debido al poco contacto que tenían con el mundo exterior. Y finalmente, por la discriminación y no tan velado rechazo de que son objeto en las zonas no indígenas. En todo caso, si migraban, lo hacían hacia zonas agrícolas, para trabajar temporalmente. Pero en los últimos tiempos la situación dio un vuelco radical. En primer lugar, de las zonas indígenas comenzó a salir un creciente número de personas —especialmente jóvenes— en busca de mejores horizontes, y ya no para laborar por temporadas en las grandes explotaciones agrícolas tecnificadas del noreste y el noroeste y luego volver a sus pueblos, sino por largos períodos o de manera permanente. En segundo lugar, esa corriente migratoria se dirigió principalmente a las zonas urbanas. Así, de ser esencialmente rural, la población indígena ha empezado a ser cada vez más urbana. En la actualidad, señala un estudio, es común observar grupos de prácticamente todas las etnias o lenguas indígenas residiendo en una amplia gama de nuevos espacios donde antes casi no se les encontraba: ciudades industriales, ciudades fronterizas, centros turísticos, etc., lugares en donde se han venido asentando permanentemente.
Población que envejece Como resultado de lo anterior —y de la falta de apoyo al campo por las políticas de globalización y libre mercado—, la población ha estado disminuyendo y envejeciendo en las comunidades indígenas, donde ahora habitan principalmente personas de edad avanzada, que son las que continúan dedicándose a las labores agrícolas y pecuarias.
Quintana Roo no ha sido ajeno a este fenómeno que podríamos llamar de urbanización de los indígenas. Ya en el muestreo de 2005 del INEGI, el mayor número de hablantes de lenguas indígenas en nuestro estado no se encontró en el municipio de Felipe Carrillo Puerto (FCP), que es el corazón de la llamada zona maya y donde existen