Fue una de esas tantas tierras del olvido que han pululado en el Nuevo Mundo, a merced de la expoliación ajena y de su aislamiento territorial.
Situada en la franja costera de la región montañosa de Nibujón, Baracoa, en áreas del hoy Parque Natural Nacional Alejandro de Humboldt.
Antes de 1959 su sencillo espigón era el único enlace posible desde el municipio de Moa, al recibir a viajeros por vía marítima, en un paraje con ausencia de caminos transitables de montaña que fatalmente aprisionaba a los humildes lugareños.
En general allí vivían trabajadores de latifundios y aserríos forestales de los cuales ya eran dueños colonos estadounidenses que aprovechaban y explotaban la madera preciosa de aquellos bosques siempre verdes de ensueño. Los más preteridos se dedicaban a la dura producción de carbón vegetal a partir de los mangles en condiciones infrahumanas.
El aislamiento total se suprimió y la vida cambió a partir de los años 60 del siglo XX, aunque los lugareños consideran que tienen sueños por cumplir en su medio paradisíaco lejano.
La bahía de apariencia mágica y los macizos vegetales de la zona fueron ecosistemas ricos y altamente biodiversos por obra y gracia de la naturaleza o si quiere, de la Creación, pero también era tierra de comunidades pobres y olvidadas, sobrevivientes de una historia tornada legendaria con narrativas de la colonización, incursiones de corsarios y piratas, tesoros enterrados y la presencia también de aborígenes taínos, de cuya existencia hay vestigios por esos lares.
Impresionante a la vista, la Bahía de Taco se describe como una ensenada de bolsa, de cara al océano Atlántico, en el norte del citado Parque Nacional.
Expertos consideran que sus fondos marinos están entre los mejores conservados del país y en el medio terrestre colindante a la costa crecen los mangles rojos, blancos, el patabán y llana, especies forestales cubanas que solo aquí cohabitan dentro de un mismo ecosistema. Una exclusividad del manglar es un pequeño cayo formado por tobas vulcanógeno-sedimentarias, que de manera increíble han sobrevivido largo tiempo, aportando nutrientes a un suelo donde crece y se desarrolla una formación vegetal con plantas de hojas duras y quebradizas.
Tal rareza vegetal parece dejar el mensaje de la resiliencia y transformación constante de la vida natural, desafiando al tiempo y los activos elementos.
La bahía además sirve de abrigo al único mamífero herbívoro marino viviente en Cuba: el manatí, una especie protegida y muy cuidada, sujeta a amenazas en su pervivencia. También son observables muy cerca de los troncos de los mangles numerosas colonias de ostiones.
Y añaden maravilla a ese primitivo entorno natural los singulares graznidos de las cotorras que los humanos llamamos muchas veces parloteo.
Hermoso y presente está el trinar de muchas aves cubanas como canarios, azulejos, ruiseñores, el repiqueteo de carpinteros, y cantar propio de negritos, gaviotas y otras especies que anidan en determinadas épocas del año.
Casi todo es típico y autóctono, con la belleza desnuda de la humildad que ofrenda lo hecho de manera artesanal con recursos de la naturaleza casi virginal. Por ejemplo, las llamadas las atarazanas, ranchos de origen indígena encujados con cuerdas de cupey y techados con pencas de guano, donde los pescadores resguardan sus cayucas (embarcaciones rústicas) del desgaste de la lluvia y el sol.