Justo donde terminó por llegar a su destino final el arroyo llamado Juan González, en su curso por los agrestes predios de Guamá, en la Sierra Maestra, Santiago de Cuba, se formó naturalmente y para deleite de paseantes una hermosa cascada, que tomó el mismo apelativo del curso de agua.
Así fue como la Cascada de Juan González, sitio idílico y regocijante del espíritu, se sumó a la privilegiada lista de los lugares más fascinantes de Cuba.
Está situada en toda regla en la cuenca de recepción y desagüe del citado arroyo que fluye en las cercanías del río Nima-Nima, cuyo murmullo también alegra la vida de cualquiera que desee disfrutar belleza y paz en un medio de verdor envidiable.
Tiene una elevación máxima de 7 metros sobre el nivel del terreno, lo cual la convierte en una de las caídas o saltos de agua de mayor longitud en una zona pródiga en riachuelos y límpidos manantiales serranos.
Su corriente de agua tiene un curso casi continuo, aunque debido a la falta de potencia del caudal de su afluente Nima-Nima, a veces se ve menguado. Aunque no se le ve en épocas de fuerte sequía, reaparece fielmente con su gracia saltarina cuando llegan las lluvias de primavera y verano para regocijo de los lugareños y excursionistas.
Entonces parece música el paso del arroyo entre colinas y valles y el salto es un encanto en medio de la vegetación.
Tanto el arroyo como la Cascada de Juan González, forman parte valiosa de los proyectos de la cuenca hidrológica sustentadora del ofrecimiento de energía y abastecer las comunidades rurales cercanas del poblado de Calentón Blanco del municipio rural de Guamá, afamado por su historia y su magnífico paisaje.
Forma parte del magnífico ecosistema natural que es el Parque Nacional Turquino, el cual, junto al gran Parque Nacional Desembarco del Granma, componen a la majestuosa Sierra Maestra, la Cordillera más enhiesta de Cuba, situada al sureste del país, con cara al Mar Caribe.
Una buena parte de la rica biodiversidad cubana, tanto en flora como en fauna, se conserva en los macizos boscosos, en sus playazos solitarios y bellos, donde el trino de hermosas aves coloridas y el vuelo de las rapaces como gavilanes es lo más notorio.
Por aquellos lares, el paseante siempre tiene la impresión de recorrer un mundo acabado de crear, por lo que la visita a la Cascada de Juan González, quien por cierto no nos dieron noticias de quien fue, nunca será un paseo intrascendente. Será inolvidable.