Llegarse al Museo del Ron, en el corazón mismo de Santiago de Cuba, no solo permite remontarse a los orígenes de una vieja tradición etílica: encima puedes sonarte un doble de quizás el mejor ron fabricado en Cuba, una especie de Bacardí mejorado, estiman algunos...
La primera vez que fui, hace años, me contaron que cuando los dueños de la Bacardí se fueron de Cuba, a inicios de la Revolución, se llevaron la fórmula del emblemático ron santiaguero. Pero quedaron maestros roneros y expertos que golpe de paladar reprodujeron el "embriagante elixir" (¡qué picúo!).
Como la Bacardí tenía los derechos de nombre y comercialización, a su sucedáneo le llamaron Caney, y como ron, no tiene que envidiarle nada a los potentes mejunjes destilados en el Caribe y Centroamérica: es aromático, fuerte pero gentil con el gaznate y en dosis prudentes, te entona el espíritu.
En las salas del Museo del Ron en Santiago uno se acerca al proceso de elaboración y producción de esta bebida, aprende del alcohol destilado, las barricas curadas, el añejamiento selectivo, y le echa un vistazo -aunque no un trago- a distintos rones cubanos y colecciones representativas del Caribe, como el Sacapa y el Cacique, de Venezuela.