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Hay en la Isla de la Juventud, municipio especial ubicado al sur de La Habana, un sitio histórico cultural que representa un tesoro para los cubanos: el Museo Finca El Abra, vinculado de manera entrañable a la adolescencia del Héroe Nacional Cubano y Apóstol de la independencia, José Martí Pérez (1853-1895).

Declarado Monumento Nacional desde 1978, junto a la casa natal del prócer, situada en el Centro Histórico de La Habana, más que un museo, es un lugar de peregrinación y de homenaje, también de comunión con los puros ideales del patriota, político y pensador extraordinario que fuera considerado el más universal de todos los cubanos.

El Abra, como sencillamente casi siempre se le conoce, está enclavado en lo casona que fuera la vivienda del ingeniero militar catalán José María Sardá, amigo del padre de José Martí, quien consiguiera el indulto del joven, condenado a prisión en 1870, a los 17 años de edad, en las canteras de San Lázaro por un proceso de infidencia hacia España.

Es necesario otros apuntes de la historia, pues en los poco más de seis meses de cautiverio bárbaro, cumpliendo trabajo forzado y arrastrando un grillete y una cadena de hierro colgado a una pierna, bajo las quemaduras del sol, la piedra calcinante y las palizas habían quebrantado seriamente la salud del joven, como la del resto de sus compañeros.

Sardá y su familia no terminaron su buena acción ahí. También el hombre noble se hizo responsable del joven liberado y lo llevo a recuperarse a su hacienda familiar, situada en un bello sitio campestre, en las cercanías de Sierra Las Casas, en la entonces llamada Isla de Pinos.

Desde el 13 de octubre de 1870 al 18 de diciembre del propio año Pepe Martí fue cuidado y sanado en muy buena medida, física y moralmente, bajo la atención exquisita de la familia Sardá, sobre todo de la cubana Trinidad Valdés Amador, esposa de José María, quien lo trato como una madre.

Días especiales disfrutó en ese remanso de familia, vida y naturaleza que era El Abra, una finca próspera con productivos sembradíos y donde también se explotaba mármol rosado proveniente de canteras cercanas.

Restañadas sus heridas en lo fundamental, de allí, Pepe fue trasladado a La Habana, desde donde partió poco después a la península en condición de deportado político. Siempre agradeció a la bella familia Sardá por la sanación que le ofrecieron en su casa.

En los 65 días alojado con la familia Sardá, fue hospedado en la primera habitación situada en el segundo cuerpo de la espaciosa vivienda de dos plantas, que en cambio tenía altas y pequeñas ventanas.

Solía leer mucho y escribir sus recuerdos y testimonios de la horrible etapa de la cárcel, quizás lo que más tarde se convertiría en la denuncia valiente El presidio político en Cuba, que publicó en España en 1871.

Tras una somera restauración, el 28 de enero de 1944, la habitación ocupada por José Martí en El Abra fue inaugurada como Museo Martiano, a instancias del jurista Waldo Medina, con la anuencia de la familia Sardá, de la que algunos descendientes todavía habitaban la vivienda, ya muy derruida.

El líder Fidel Castro, tras el triunfo del 59, encargó una restauración general, cumplida exhaustivamente en 1964,  ́y fue inaugurado integralmente como Museo Finca El Abra, al que siempre han permanecido vinculados amorosamente descendientes del clan Sardá-Valdés.

Allí se exhiben objetos personales de Martí, cuando todavía era el Pepe de su mamá, doña Leonor Pérez, como una réplica de su grillete, un libro autografiado por su amigo del alma Fermín Valdés Domínguez y un crucifijo obsequiado en agradecimiento a la señora de Sardá.

También la cama, la mesa de noche y la lámpara de bronce que usó por entonces. Piezas sencillas y antiguas, pero cargadas del relumbre de las cosas esenciales y con historia.