La diosa antillana Atabeira ubicada en el Sendero Arqueológico El Guafe, allá por los rumbos de la costa suroeste de la Sierra Maestra, próximo a las colosales terrazas marinas de Cabo Cruz es quizás un lugar especial y atractivo para los turistas por los misterios que la rodean.
Tras una caminata, sendero adentro, se encuentre la cueva que alberga la original escultura aborigen, una piedra tallada con reconocible rostro de mujer, la cual aflora del agua en medio de un estanque siempre limpio o un flujo constante de seguro procedente de un manantial subterráneo.
La cueva es pequeña, pero su interior, incluida la diosa, es visible a plena luz del día. No es un sitio muy iluminado empero y un cierto aire enigmático embruja el lugar. Atabeira solo recibe directamente los rayos del sol en los días en que puede ocurrir el solsticio de invierno, el 21 o 22 de diciembre. Contemplarla bajo el fulgor del sol decembrino puede ser un privilegio para el excursionista, pues en ese momento podrá formularle tres deseos, que deben ser cumplidos.
Tal deidad era la que encarnaba la fertilidad en la cultura taína, de la cual procedía una buena parte de los llamados pobladores originarios del archipiélago, distribuidos en comunidades, tanto en la isla grande como en las isletas de sus cuatro archipiélagos.
El Sendero Arqueológico El Guafe no solo alberga la suerte de altar pagano de Atabeira, también cuenta con los restos comprobados de una antigua comunidad taína, objeto de estudios y sitios de antiguos enterramientos y de ceremonias aborígenes.
Posiblemente años atrás la zona debió estar dominada por mayor verdor. Hoy es una franja un tanto árida donde predominan los matorrales, con plantas de baja altura y algunos bosquecillos frescos y encantadores, con árboles de madera preciosa.
Ello no quiere decir que su flora y fauna sean pobres o ralas. Para encanto del visitante allí anidan ejemplares del tocororo, la cartacuba, los bellos zunzunes, el arriero, los varpinteros verde, churroso y jabao… Y más sorpresas lo aguardan en ese entorno.
Si desea vivir una experiencia sin igual, le invito a visitar ese maravilloso sitio, dónde seguramente Atabeira lo recibirá con beneplácito, sobre todo si lo hace el 21 o 22 de diciembre, cuando los rayos del sol iluminen la bella escultura y sus deseos se puedan cumplir.
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