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Farmacias y farmacéutica, tradiciones añejas en Cuba

Por: Alina Veranes
06 Dec 2022
Farmacias y farmacéutica, tradiciones añejas en Cuba

Cuenta la historia y la memoria que el viejo oficio de preparar fórmulas curativas y establecer sitios para su venta comenzó a conocerse en Cuba, concretamente en La Habana, a finales del siglo XVI, sin desestimar que los primeros habitantes, los aborígenes, hubieran usado plantas medicinales de su entorno con esos fines, como se dice hicieron con las hojas de tabaco, por ejemplo.

Fue, entonces, algo muy relacionado con la conquista y colonización en pleno auge, luego de la fundación de las primeras siete villas.

Los habitantes de San Cristóbal de La Habana, fundada en 1519 a los pies de una hermosa bahía, pronto convertida en activo puerto, comenzaron a recibir fármacos en pociones, elíxires, polvos, alcoholes y ungüentos, fundamentalmente traídos de España.

Tal vez se importaban mazos de yerbas medicinales en forma seca, para ser convertidos en cocimientos de gran poder recuperativo, usados junto a las plantas de la Isla aconsejadas por algunos aborígenes.

Al principio los herbolarios y boticas escaseaban y casi todos radicaban en las calles Real, hoy Muralla, y Desagüe, actualmente conocida como callejón del Chorro.

Pero ya en el siglo XVIII funciona una norma sobre la confección y uso de medicamentos.

Incluso se establecieron sus precios con gran precisión, lo cual habla de que estaba naciendo una profesión bajo auspicios muy rigurosos y serios. La violación de aquellas normativas en los comercios, boticas o farmacias en auge por la ciudad, conllevaba sanciones a los infractores.

En 1842, nacen los estudios de Farmacia, en la enseñanza superior que se había entronizado desde 1728. Se incluían dentro de la carrera de Medicina. Ya en 1863 la Universidad abrió una facultad para esta especialidad.

El Colegio de Farmacéuticos de La Habana abre sus puertas en 1880 a los profesionales de La Habana, bajo la presidencia de José Sarrá y Valldefulí, reconocido entre especialistas y empresarios del ramo. Con el paso del tiempo él y su familia fueron dueños de un establecimiento que se convirtió, en emblema del éxito y el buen hacer en el sector, en lo que conjugaron sabiduría, ciencia, consagración, probidad y arte.

En el inmueble que albergara la legendaria botica Sarrá se encuentra hoy el Museo de la Farmacia Habanera, una institución que junto a las no menos prestigiosas e históricas farmacias Johnson y Taquechel, integran un complejo de obras patrimoniales conservadas por la Oficina del Historiador en La Habana Vieja.

Estos impresionantes establecimientos fundados en el siglo XIX impresionan por la belleza de sus mostradores y vidrieras y por la hermosa decoración que las hace únicas, junto a la dotación de muchos objetos de la parafernalia usada en las preparaciones de fármacos de antaño. Son sitios que complacen a curiosos y a los gustos más refinados.

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