Al revés de la tierra mítica del Nunca Jamás, Fusterlandia, en la barriada marinera capitalina de Jaimanitas, al oeste de La Habana, recrea la tangible relación posible entre el arte y la cotidianidad, en un sitio no céntrico habitado por trabajadores sencillos y personas alegres y comunicativas, dispuestos a expandirse en colores y belleza.Todo empezó cuando un buen día el artista de la plástica José Antonio Rodríguez Fuster, conocido por su segundo apellido, decidió vivir e instalar allí su taller creativo, para fundar un proyecto de creación, extendido rápidamente por la zona. Un lugar donde floreció un arte popular y con características tan definidas que comenzó a ser llamado Fusterlandia.
Fuster, nacido el 6 de agosto de 1945 en Caibarién, provincia central de Villa Clara, pronto se sintió como pez en el agua desde su llegada, hace unos 27 años, a Jaimanitas. Pintor, ceramista, dibujante, grabador y diseñador gráfico, admirador de la obra de Gaudí, en Barcelona y de Brancusi, en Rumania, se sintió motivado para emprender su propia creatividad, basado en esa línea. Empezó entonces haciendo algo con su propia vivienda, pero no llegó a pensar que la influencia de su arte sería tan notoria en el entorno.Los coloridos mosaico usados en la decoración exterior de su hogar, llamaron la atención de sus vecinos, a quienes invitó a sumarse al proyecto. Aquello fue el comienzo de la eclosión del mundo de quehacer artístico que es hoy Fusterlandia, expandidado con ganas y con entusiasmo en una parte de Jaimanitas. Un enclave que ya hoy es un referente y muestra que tan fuertes pueden ser los vínculos entre el arte y el ciudadano común, ese que pareciera estar ajeno al tema.
Hoy, los visitantes no avisados de la barriada asisten algo extrañados al estallido de colores que adornan paradas de autobuses, puertas y fachadas diferentes.
La temática que reflejan esas imágenes o “cuadros” vivos incluyen temas religiosos, y acciones de homenaje a la Revolución, paisajes naturales e incluso no se rehúye al lenguaje simbólico que siempre tendrá el arte llamado moderno, aunque tenga unos cuantos años a cuestas.
A pesar de la expansión a diversos puntos, el taller del artista sigue teniendo gran importancia como centro irradiador de arte que sigue siendo. La entrada es gratuita y Fuster es una presencia habitual allí, en su medio, donde vive también, como su arte, en estrecha sinergia con el medio ambiente.