Empezaron por ser litorales, luego puertos y playas, más tarde malecones en algunos casos. Todos son sitios que hablan por sí mismos de la historia, las costumbres y tradiciones de una nación marcada por la insularidad en el medio del Atlántico Norte y a la entrada del Golfo de México. Apertura y despedida al mismo tiempo, llave mágica entre el Viejo y el Nuevo Mundo.De manera que a los cubanos la vida los condujo a convivir con esos enclaves repletos, todavía hoy, de oleajes, lunas hermosas, alisios, brisas y terrales, y también de tormentas y huracanas. Llenos de vida.
Hablamos hoy someramente de los malecones, esos muros entrañables casi siempre hechos de concreto u hormigón, que marcan la línea divisoria entre el mar y tierra firme, antepuestos a importantes avenidas o calles reconocidas.
Sirven para el tránsito vehicular de manera significativa, pero en general fueron concebidos para la recreación, la socialización y la cultura, para la reunión de recibimiento, la algazara y la fiesta.
Y para ponernos en contacto con la hermosura del horizonte inmenso, sin movernos de la tierra amada y sin separarnos de nadie si así se decide.
El Malecón de La Habana es el más famoso de todos los de esta tierra, extendido por más de 7 kilómetros, cuya construcción empezó en la añosa Avenida del Puerto, a principios del siglo XX para finiquitar en El Vedado, cerca de La Chorrera, en 1958, cuando fue terminado después de varias etapas constructivas.
Importante vía para el tránsito en vehículos, al enlazar al Vedado con el hermoso municipio Playa, es una querida y muy concurrida vía peatonal que puede albergar en sus anchas aceras a paseantes de todas las edades, a cualquier hora del día.
Incluso de madrugada, pues muchos acuden a ese sitio a disfrutar el impresionante paisaje marítimo, a refrescar, a enamorar o a compartir con los amigos. A encontrar nuevos afectos, a conocer a los cubanos, también a pescar.El Malecón de La Habana no para, se recicla constantemente como convite para buenos momentos que cada quien puede disfrutar de acuerdo a su gusto, con mucha espontaneidad. Muy cerca, el Faro y el Castillo del Morro, la bandera cubana, le ratificarán que está en La Habana, Cuba, una ciudad sin par.
Otra importante urbe de cara al mar, Santiago de Cuba, tiene entre sus prospectos todavía en ejecución, edificar un Malecón muy bello que ya forma parte del Plan Maestro General para la revitalización del centro histórico de la ciudad, en manos de la Oficina de Proyección y Gestión del Conservador de la Ciudad.
Cienfuegos, una hermosa urbe costera, capital de la provincia del mismo nombre enclavada en el sur y centro de Cuba, tiene un lindo sitio conocido como el Malecón de Punta Gorda, que ya ostenta el lugar entre los elementos identitarios de la ciudad, fundada en el siglo XIX por colonos franceses.
Además del bello entorno que tiene, esa vía es la sede de los festejos de los carnavales cienfuegueros y también de eventos acuáticos como competencias de remos, velas y otras exhibiciones náuticas. Por allí transitan igualmente los alegres desfiles por el día de los trabajadores.
En el área del Malecón, de Punta Gorda se destacan el Palacio de Valle e instalaciones de un antiguo club de recreo.
También en la costa meridional de la Isla, pero hacia el oriente, en el mismo corazón del Golfo de Guacanayabo está el Malecón de Manzanillo, ubicado hacia el oeste de la ciudad. Igual es zona de festejos, bailables y de solaz habitual de la población. Allí se yergue una estatua en homenaje a Benny Moré, el gran bardo cubano que le cantó a la luna de esa ciudad tan marinera y criolla. En los alrededores existe un restaurante especializado en productos del mar que tiene como bandera un pescado llamado liseta, emblema culinario de la ciudad. Una delicia.