Aprisionada por las montañas del extremo oriental de Cuba y en medio de una naturaleza feraz y siempre verde, yace la villa Primada de Baracoa, la primera de las urbes patrimoniales fundada por el Adelantado Diego Velázquez el 15 de agosto de 1511, para ser la primera de nuestras capitales.
A pesar del tiempo transcurrido, Baracoa sigue teniendo el sello de la vida agreste y algo patriarcal, con una historia que se remonta a la presencia de los aborígenes cubanos, los indios taínos y a un desarrollo económico y cultural muchas veces marcado por el aislamiento. Pero también a la impronta del cultivo de recursos referenciales tan importantes como el café, el cacao, los bananos, cocoteros y los bosques umbrosos increíbles poblados de maderas preciosas.
Rica en caudalosos reservorios de agua dulce, de clima en general muy lluvioso, su paisaje tropical fascina a primera vista, junto a los valores de su cultura y de sus pobladores.
En esa tierra de jauja hay hermosísimas playas recoletas, de las que hablaremos hoy, porque quizás no sean lo más famoso de su geografía.
Pero esas riberas saben regalar los encantos de la sencillez y la intimidad y habría que aclarar que aunque no está enteramente situada en el Mar Caribe, sino en la costa Atlántica sus aguas son cálidas y de un seductor color turquesa, y se prodigan en entornos embellecidos por un relieve nada escabroso, de arenas finas.
Empezamos mentando a las playas Maguana, El Manglito, playa Cajuajo, también la del tierno nombre de Mapurisí, todas muy parecidas y encantadoras.
No dejaremos de mencionar la propia Bahía de Baracoa, de bolsa, que es la más emblemática de todas riberas de la ciudad, la señora indiscutible del paisaje urbano con la visión esplendente del magnífico Yunque, un relieve único en el país.
También integra esta lista la playa Duaba y la llamada Nava.
Con riachuelos, corrientes fluviales como el legendario río Toa, el Miel o el Yumurí, con su Abra deslumbrante, las playas de agua salada de Baracoa tampoco quedan desmerecidas en cualquier recomendación del disfrute de sol y baños de mar. Eso sí, repetimos, con mucho sabor a Cuba profunda y a campiña.
La Maguana es considerada una verdadera joya y la Nava, igualmente una de las mejores. En la de Manglito se disfrutan los paseos en botes y la observación de peces de gran colorido.
Son litorales adornados por palmeras y cocoteros mecidos por la brisa que los ubicarán entre las delicias del trópico cubano, muy cercanos al visionaje de una rica flora y fauna.
Los frutos de esta tierra pródiga diríase que casi están al alcance de la mano para ser conocidos y disfrutados.
La playa Cajuajo cuenta con los servicios de viviendas rurales que sirven agua de coco y ricos almuerzos típicos de pescado o camarones recién capturados.
Añadiremos que en la playa Mapurisí, una de las recónditas de Cuba, puedes hacer recorridos de exploraciones costeras, adentrándose en el misterioso Nibujón, de gran embrujo por su belleza.
Duaba, muy cerca de la desembocadura del río del mismo nombre, goza de los atractivos del mar en conjunción con la montaña.