El 24 de enero de 1897, llegó por primera vez la magia del cine a La Habana en el equipaje del francés Gabriel Veyre, procedente de México.
Y así los cubanos asistieron asombrados al descubrimiento del genial invento técnico de los archifamosos hermanos Lumière , en una exhibición dicen que al aire libre, sita en Paseo del Prado 126, a un costado del teatro Tacón, hoy Gran Teatro Alicia Alonso.
Entonces el viajero galo proyectó cuatro cortometrajes: Partida de cartas, El tren, El regador y el muchacho y El sombrero cómico. Poco después, el propio Veyre filmaría la primera película hecha en Cuba: Simulacro de incendio, un corto impactante con la participación de los bomberos de La Habana.
Desde el comienzo los criollos fueron hechizados por el cine, no solo como lugar de esparcimiento y socialización de un pueblo extrovertido, sino por el poder artístico de la entonces inexplicable imagen allí ofrecida.
Cierto consenso estableció desde ese momento que los primeros cines fueron al aire libre, aunque hay otras opiniones.
Tal vez el cine más antiguo de ese tipo que se tiene noticia es el Miramar Garden, inaugurado en julio de 1909, en Prado y Malecón, cerca de la famosa Glorieta de las bandas de música, la primera sala de ese tipo en La Habana, una modalidad que se haría bastante popular durante algún tiempo.
Tenía un serio inconveniente, estar a la intemperie, en un país lluvioso en verano y cerca de una zona muy ventosa en el llamado invierno cubano.
Pero hubo más cinematógrafos al aire libre como el Royal, también en prado, entre Ánimas y Virtudes.
Algunas personas creen que el ·tercero entre los locales dedicados a la exhibición de películas en los modernos albores del siglo XX en La Habana, no es un solo sitio, sino varias casas particulares usadas en aquel tiempo, como muestra del temprano emprendimiento mostrado por los criollos, para exhibir filmes suponemos que por un precio bastante asequible.
Porque el amor definitivo y a primera vista de los cubanos por el cine, que cada vez fue ganando un notable volumen de espectadores de todas las edades, se fue extendiendo por todo el país.
Las entonces chispeantes o insólitas historias contadas de manera divertida, realista o dramática tuvieron gran poder de convocatoria y como en todas partes al principios muchos no avisados creían que se trata de un hechizo o arte de magia. Aquello fascinaba y prometía ganancias, tiempo al tiempo.
Si bien la aparición de los cines no representó un peligro para la popularidad del llamado teatro de bufos o lírico que hacía muy concurridos espectáculos en el Teatro Martí, y luego en el Payret, algunos espacios de esos importantes centros culturales fueron usados también para la exhibición de películas muy tempranamente.
Incluso se afirma que hay pruebas de que desde el primero de enero de 1900 fue abierto el llamado cine Niza, en un local cercano al teatro Payret, el cual sería el primero de los emprendimientos en viviendas particulares en identificarse y colocar su programa a la entrada, Como era costumbre capitalina en aquellos tiempos, en los portales que se prodigaban en la zona se colocaban las taquillas de los cines en cuestión, cerca de los cuales había pequeños expendios de confitería y alimentos ligeros.
Entre los cines nacidos a partir de casas de familia fueron connotados el Esmeralda, de la calzada de Monte, que algunos dicen fue creado en 1908.
Ahora bien, entre los lugares concebidos específicamente como cines, tal y como se conocieron más adelante en todo el siglo XX, los historiadores sitúan en La Habana casi por consenso al Actualidades.
Radicado en Monserrate entre Neptuno y Ánimas, abrió sus puertas el 18 de abril de 1906, con lo cual algunos expertos consideran que podría tratarse del cine más antiguo de América Latina.
Aunque hay otros que piensan que el más añejo fue el cine Floredora, de Calzada del Cerro y Palatino, donde se erige hoy el cine Maravillas.