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Las ruinas del ingenio Santa Isabel

Por: Amanda Bedia
31 Jul 2023
Las ruinas del ingenio Santa Isabel

Por los rumbos de la playa de Santa Lucía, en la provincia centro oriental de Camagüey, antiguos restos del ingenio Santa Isabel, operante en el siglo XIX cubano, insisten en hablarnos de una historia de auge de la industria azucarera en la Isla en la segunda mitad de esa centuria, un sector económico que pasó a ocupar planos principales en la sociedad esclavista.

Esta muestra del viejo patrimonio industrial azucarero cubano, habla a veces más que las palabras y un libro, de cómo funcionaba un ingenio desde su mismo escenario y se torna algo interesante pues  fue el primero en contar con el impulso de la primera máquina de vapor adquirida en Cuba.

El Santa Isabel fue propiedad del productor Francisco de Quesada y Agüero, quien lo levantó  al finalizar el siglo XVIII. Lo bautizó con el nombre de una de sus hijas  y operó por largos años como un simple trapiche, echado a andar por jamaicanos que elaboraban azúcar mascabada y sus derivados.

No es hasta 1835 cuando se convierte en ingenio moledor de la dulce y jugosa caña de azúcar, aplatanada en la Isla, y se empieza a obtener el apreciado producto lleno de dulzura.

Ya en 1873 el dominio del Santa Isabel era abastecido por cañaverales plantados en 40 caballerías de tierra.

Durante la primera mitad del siglo XIX hubo un proceso natural en que el ingenio y la próspera hacienda fueron pasando a manos de los herederos de su  fundador. En 1859 fue vendido a Ángel del Castillo Agramonte, el cual pagó 100 000 pesos por la propiedad que contaba con una dotación de 65 esclavos.

El nuevo dueño del negocio o industria en un afán innovador se hizo de máquinas de vapor, procedentes de Norteamérica, que dieron un impulso sin precedentes al proceso industrial, aprovechando el caudal poderoso del cercano río Saramaguacán, en cuyas márgenes se levantó la flamante maquinaria, toda una novedad en la época.

Al comenzar la Guerra de Independencia el 10 de octubre de 1868, Ángel del Castillo libera a sus esclavos y encabeza una tropa de caballería con la que ataca con éxito al contingente militar español, bajo el mando del general Blas de Villate, Conde de Valmaseda. Cuentan que en venganza la artillería española cañoneó el ingenio Santa Isabel, el cual casi fue demolido y solo quedan los vestigios preservados desde entonces.

 Del Castillo llegó a ostentar los grados de Mayor General del Ejército Libertador, en el cual siguió combatiendo hasta su caída el 9 de septiembre de 1869, en acción heroica con la cual planeaba atravesar la fortificada y famosa trocha de Júcaro a Morón.

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