La Habana es encantadora e increíble: calles antiguas y modernas; automóviles de los años cincuenta; edificaciones de hace 500 años, playas acogedoras, museos, galerías de arte, teatros, hoteles y aventuras...
Capital de la República de Cuba, La Habana ha sido, desde su fundación, puerto de bienvenidas y partidas del mundo y hacia el mundo. Ciudad sin precedentes, conserva se atractivo mítico e imperecedero que la convirtió en la más importante del reino de España en esta parte del orbe.
Los muros de la ciudad antigua, génesis y corazón de La Habana actual, atesoraron a buen recaudo lo que es hoy Patrimonio de la Humanidad, título que unido a su centro histórico, fue conferido por la Unesco en 1982 por ser uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados de América.
Fundada, definitivamente, el 16 de noviembre de 1519, tuvo tres asentamientos antes de ubicarse en la actual zona, donde se encuentran El Templete y la Plaza de Armas. Pánfilo de Narváez instauró esta villa en abril de 1514 probablemente en un punto de la costa sur cercano a Batabanó. Posteriormente, al encontrar los vecinos en la costa norte el puerto de La Habana, con sus magníficas condiciones naturales, trasladaron sus viviendas a las márgenes del río Almendares para luego mudarse, esta vez para siempre, al lado oeste del puerto, llamado entonces de Carenas y hoy de La Habana.
El nombre original de la villa fue San Cristóbal de La Habana y sus fortalezas clasifican entre las más antiguas de América, de ellas sobresalen los castillos de la Real Fuerza (1577), el de San Salvador de La Punta (1600) y el de los Tres Reyes Magos del Morro (1630). El acoso de corsarios y piratas fue la causa por la que se creó su sistema de fortificaciones y se levantó una muralla, de la cual hoy solo quedan restos en algunas partes específicas de la ciudad. Después de seis décadas de construcción, su vida útil fue de 123 años porque la ciudad extramuros se expandió y urbanizó a un ritmo tan vertiginoso, que llegó a superar las edificaciones construidas en su interior, por lo que en 1863, comenzaron a demolerla.
Edificaciones militares y residenciales que marcaron hitos en los ya lejanos siglos XVI, XVII y XVIII, siguen mostrando la impronta de entonces: sus musgos ancestrales, sus balaustradas y los arcos de medio punto que, acrisolan los interiores coloniales, descomponen los colores cálidos del trópico.
Numerosas plazas se localizan en la geografía de La Habana, entre las que se destacan la Plaza de Armas mdash;la más antigua de toda Cuba, de 1582mdash; la llamada Plaza Vieja, la de San Francisco de Asís y la de la Catedral, todas pertenecientes a los finales del siglo XVI.
De tradiciones diversas vinculadas a leyendas apasionantes, la gente de La Habana inspira confianza y trasmite alegría. Desinhibido y con los sueños como guía, el habanero hace del hecho más insignificante un suceso para no olvidar. No hay como una velada a orillas de su litoral, sentado en el Malecón habanero, compartiendo con los amigos o la pareja y ver la puesta del sol y aspirar la paz que transmite este legendario muro, indisolublemente ligado al alma de esta ciudad marinera y apasionada.
Ante el movimiento de los nuevos tiempos, siguen deslumbrando las calles adoquinadas que rememoran el paso de los quitrines, el roce de los trajes; el eco de los pregones que, a viva voz, convidaban a los habaneros a vivir la ciudad desde sus sabores más dulces y en los balcones de entonces, continúan asomándose rostros mestizos y alegres.
La Habana, realmente, es una ciudad para no perderse nada, más bien para vivirla y llevársela marcada en la memoria