Quien haya visto el cuadro, incluso una sola vez, no ha podido olvidarlo. La obra se reconoce de inmediato, pues tiene algo especialísimo que la distingue de todas las demás, algo misterioso se diría, muy bello, extraño, único; un sabor intenso a épocas pasadas, a Bizancio con sus oros, sus piedras preciosas y ese espacio poderoso y huidizo, aparente contradicción implícita entre formas muy abstractas y muy concretas, intensidad asfixiante en medio de las capas brillantes, que se expanden y se apoderan del espacio mismo, y los cuadrados multicolores —mosaicos asombrosos— que implican un orden férreo del mundo, búsqueda ávida de la totalidad. Pocos cuadros tienen la fuerza de El beso, de Gustav Klimt y, tal vez, por esta razón, ha sido reproducido tantas veces en tantas formas diferentes, símbolo nacional, un poco como el Guernica, de Pablo Picasso.
Posters, postales, cajas de música, pañuelos, imanes para el frigorífico, ceniceros, dedales, bolsos, paraguas... la abundante parafernalia —cara y barata, vulgar y refinada— que se vende en museos, aeropuertos, tiendas de recuerdos y hasta librerías rememora en el paseo por Viena, Austria, que más allá del café con nata y los sombreros tiroleses hay otro símbolo igual de popularizado para explotar y exportar. Lo atestiguan los exorbitantes precios que siempre alcanzan las obras de Klimt en las subastas. En el aniversario 150 de su nacimiento —Klimt nació en 1862—, su ciudad natal puso manos a la obra y lo tomó como estandarte para una campaña publicitaria que plantea también la fuerza que poco a poco va adquiriendo el arte —y la cultura en general— en las promociones turísticas: &Viena, ahora o nunca".
Las referencias a Gustav Klimt han sido múltiples no solo en la prensa austríaca, sino en la de toda Europa. Son también destacables otros artículos relacionados con las pirámides mayas. Las pirámides de Giza, en El Cairo, Egipto, atraían anualmente a millones de europeos. Hemos realizado una encuesta entre los mayoristas del turismo de dos comunidades autónomas, las del País Vasco y Navarra. Todos ellos recalcan el inusitado interés por las &otras pirámides", las mayas. Cancún, Riviera Maya y Yucatán —con Chichén Itzá, como referencia principal— son los destinos elegidos. En la misma encuesta, el otro fenómeno del turismo cultural se llama Gustav Klimt y Viena, el destino europeo.
Así, la &Klimtmanía" se apoderó de Viena y en las instituciones de la ciudad, de un modo u otro ligadas al artista, se organizaron exposiciones del pintor, uno de los principales motores de la secesión vienesa, vertiente austriaca del art nouveau, el estilo que inundó Europa hacia nales del XIX con su aspiración obsesiva por conciliar arte e industria. Era la respuesta a una sociedad sumergida en un cambio inevitable y que se preparaba para el proyecto moderno como lo conocería el siglo XX: funcional.
De vuelta en casa, al mirar El beso en la postal, o en el imán, o en el pañuelo, regresa a la memoria la gran aventura de esa Viena fin de siglo, la de Freud y Wittgenstein, la Viena desbordante de vitalidad entonces, en medio de la decadencia de un imperio, el austrohúngaro.
Investigaciones en una pirámide de PalenqueEl solsticio de verano no podía haber ido mejor para la arqueología. Si Egipto sacaba a la luz la segunda barca solar de Keops, junto a la Gran Pirámide, también en el otro lado del mundo —se referían los medios de comunicación europeos a Quintana Roo y Yucatán— , a la sombra de otras pirámides, en un sueño de jungla, jaguares y petroglifos, se revelaban emocionantes hallazgos. El uso de una pequeña cámara de control remoto ha permitido adentrarse en los misterios de la que parece ser la tumba intacta de un dirigente maya de la ciudad de Palenque.
El sepulcro, sellado durante 1 500 años, se encuentra, según informaciones de AP y Reuters, en el interior de una pirámide en la Acrópolis Sur del área arqueológica de la gran urbe maya y era conocido desde 1999, pero lo inestable de la estructura, con peligro de derrumbe, impedía el acceso para su estudio. La cámara, introducida a cinco metros de profundidad a través de un pequeño agujero en lo alto de la pirámide, ha mostrado frescos en las paredes y en el suelo cerámica y piezas de un ajuar funerario hechas de jade y madreperla. Los arqueólogos creen que se trata del enterramiento de un gobernador sagrado de Palenque y quizá de uno de los fundadores de la dinastía de señores de la ciudad. Las pinturas representan guras en negro sobre un vívido rojo de fondo. La película tomada no permitía inicialmente identificar más que lo que parecían escombros y detritos. Los restos arqueológicos parecen estar directamente sobre el suelo, así que no hay en la tumba un sarcófago como el célebre de Pakal el Grande (K’nich Janaab Pakal, 615-683 después de Cristo), el más conocido de los señores mayas, hallado por Alberto Ruz en los años cincuenta no muy lejos, en la misma Palenque, en el Templo de las Inscripciones.
Los hallazgos en las ciudades mayas como Palenque no son en absoluto infrecuentes. El área descubierta en esta gran capital abarca en la actualidad más de dos kilómetros cuadrados, pero los arqueólogos calculan que solo se ha explorado el 10% de la ciudad. Miles de estructuras aún yacen cubiertas por la jungla. En Palenque, como en otras ciudades mayas, un problema para el estudio de su historia reside en que los gobernantes más modernos se enterraban sobre las tumbas de sus predecesores. Pakal y otros señores del período clásico tardío literalmente sepultaron con sus construcciones las épocas anteriores, el período formativo y el clásico temprano.
La tumba investigada, de unos cinco metros cuadrados y cubierta con un arco maya, data según los expertos, del 431 al 550 después de Cristo, en el clásico temprano, y de ahí su extraordinario interés. Algunos estudios opinan que podría tratarse del sepulcro de K’uk’Bahlam, el primer señor de la ciudad-estado. Otros apuntan a que quizá sea la tumba de Ix YohlIk’nal, la famosa mujer que rigió Palenque. En el área ya fue hallada en 1994 la tumba de una mujer de alta cuna y de gran prestigio, bautizada por los arqueólogos como la Reina Roja, por el pigmento de ese color que cubría su enterramiento.