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El tesoro de una isla

Por: Ciro Bianchi Ross, Fotos: Alejandro Gortázar
El tesoro de una isla

Recuentos sobre náufragos, piratas y leyendas acerca de tesoros escondidos e inútilmente buscados jalonan en buena medida la historia y el imaginario de este territorio. Se dice que Robert Louis Stevenson situó allí el escenario de La isla del tesoro, y no es menos cierto que las descripciones coinciden con la ubicación y la geografía de un lugar que se distingue por su producción citrícola y sus canteras de mármol.

El tesoro de una islaDe enorme valor son las pictografías aborígenes de las cuevas de Punta del Este, las espeluncas más importantes de las Antillas, y las arenas negras de la playa de Bibijagua fruto de la erosión del mar sobre las rocas marmóreas. Todos esos atractivos quedan en segundo plano cuando se sabe que la Isla de la Juventud, llamada Isla de Pinos hasta 1975, es la principal zona de buceo del continente americano y una de las más ricas a nivel mundial.

Se ubica a 138 kilómetros al sureste de Ciudad de La Habana. Con sus 2 200 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 60 000 habitantes es, en extensión, la segunda isla del archipiélago cubano y la mayor del archipiélago de los Canarreos, a la que pertenece.

Cristóbal Colón la descubrió el 13 de junio de 1492 durante su segundo viaje al Nuevo Mundo y llamó Evangelista a ese pedazo de tierra.

El tesoro de una islaEl reducido número de habitantes y la espesa vegetación hicieron de la isla, durante los siglos XVII y XVIII, refugio de corsarios y piratas.

Ya en el siglo XIX muchos cubanos pagaron su amor a la independencia con penas de destierro en Isla de Pinos, y en 1931, el dictador Gerardo Machado, mdash;especie de Mussolini tropicalmdash; inauguró allí, como réplica de la cárcel norteamericana de Joliet, en Illinois, el llamado Presidio Modelo, capaz de albergar a seis mil reclusos En ese establecimiento penitenciario, ya desmantelado y convertido en museo, cumplieron prisión Fidel Castro y sus compañeros tras el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.

Esa isla estuvo a punto de verse enajenada de la soberanía nacional al quedar como una especie de tierra de nadie en los tratados que, con la exclusión de Cuba, suscribieron España y Estados Unidos en 1898, al finalizar la Guerra Hispano- Cubano-Americana. El inclaudicable reclamo popular y un delicado bregar político y diplomático por parte del gobierno de La Habana lograron su restitución en 1925. Pero en verdad hasta 1959 Isla de Pinos fue un lugar olvidado y los pineros, con razón, veían el resto del país como una tierra extraña que parecía ser la metrópoli de una humilde colonia donde la atención oficial se concentraba en el Presidio. De ahí la pregunta que formularan entonces cuando veían que alguien se disponía a trasladarse por mar al Surgidero de Batabanó, en la costa sur habanera. Inquirían: ¿Va para Cuba?".

El tesoro de una islaOficiales británicos que exploraron Isla de Pinos cuando sus tropas se apoderaron de La Habana, en 1762, la valoraron como la joyita de los mares del sur".

A comienzos del siglo XX inversionistas norteamericanos se apoderaron de la tierra en la que los cubanos laborarían como jornaleros. Llegaron más de 50 familias canadienses en busca de fortuna, y una de ellas, la de William Joseph Mills, consiguió controlar el tráfico de pasajeros por la vía maríti . Vinieron japoneses que se establecieron en pequeñas parcelas y muchísimos pescadores de las Islas Caimán. Hoy, los habitantes del sur de Isla de Pinos son, en mayoría, descendientes de los inmigrantes de esas colonias británicas.

Lo despoblado del territorio y los ambiciosos planes de desarrollo que la Revolución concebía para la zona hicieron que, a fines de los años 60 del siglo pasado, cubanos de otras muchas regiones fueran a vivir y a trabajar a Isla de Pinos. En la década siguiente, llegaron miles de jóvenes a fin de cursar estudios en las numerosas escuelas secundarias y preuniversitarias que allí se construyeron. No solo eran cubanos, sino que procedían de otros países de América Latina, el Caribe, Aáfrica, Asia, y convirtieron a la isla en un territorio eminentemente joven. Esa fue la razón de su cambio de nombre, aunque los nacidos allí sigan llamándose pineros.

Costa de los Piratas

El tesoro de una islaSe estima que visitantes asiduos de la isla fueron los célebres piratas Francis Drake y Henry Morgan; Esquemeling y El Olonés, Heyn y Leclerc, entre otros. También el mulato habanero Diego Grillo, segundo de Drake en la batalla de Siguanea, en el oeste del territorio. En las márgenes de esa bahía se estima que este oculto el cuantioso tesoro que el corsario francés Latrobe arrebató a los españoles pocos días antes de que lo capturaran. Murió sin revelar dónde lo había enterrado.

Estratégicamente situada cerca de las rutas de las flotas españolas, Isla de Pinos despertó temprano el interés de aventureros que terminaron adueñándose de ella. Solo una cuarta parte de los barcos, cargados con las riquezas de América y que se dirigían a España, llegaron a su destino. El resto cayó en manos de corsarios y piratas y siguieron ruta hacia Inglaterra, Francia y Holanda o se hundieron en mares adyacentes a la isla, sin contar que, se dice, los propios piratas, para evitar el saqueo por parte de sus adversarios, enterraron su botín en intrincados parajes de la geografía pinera.

Confiere visos de realidad a esta leyenda local el hallazgo de varios brazaletes de oro con engarces de piedras preciosas incrustados en rocas de coral que protagonizara, en 1919, el explorador norteamericano Cyrus F. Wicker. De cualquier manera, algunos de los habitantes de la región, por su cuenta y riesgo, siguen buscando esos tesoros.

El tesoro de una islaEntre Punta Francés y Punta Pedernales, en el extremo suroeste de la isla, hay una distancia de seis kilómetros. Ese espacio fue el apostadero natural de los aventureros del estandarte negro. Le llaman la Costa de los Piratas y, con 56 sitios de inmersión señalizados, es la zona de buceo por excelencia donde se entretejen la historia, la tradición y la leyenda. La pesca está prohibida en todas sus modalidades y no se puede alterar su ecosistema.

Su mayor interés está en el Canto del Golfo, fabulosa pared con caídas desde siete hasta veinte metros de profundidad y cuyo borde superior proyecta un paisaje subacútico de gran belleza y atractivo con peces multicolores, decenas de familias de corales, moluscos y la muy codiciada antipataria o coral negro. Los sitios de inmersión difieren entre sí en lo que respecta a sus valores marinos. Cada uno de ellos posee cualidades exclusivas y todos son ricos en especies de peces.

La ciénaga de Lanier divide en dos la geografía pinera. Al norte, la parte más habitada de la isla, los extensos pinares y las plantaciones de cítricos; el mármol, los yacimientos de caolín, las praderas destinadas a la ganadería. En el sur, donde están las mejores playas, el suelo calizo permanece casi virgen, con extensos y tupidos bosques tropicales. El territorio es el mayor productor de cerámica del país.

A Gerona, su capital, puede llegarse por aire o por mar. Es una ciudad tranquila. Desde ahí puede visitarse, a cuatro kilómetros al oeste, la finca El Abra, donde vivió confinado por sus ideas el joven José Martí. También, a cuatro kilómetros al sureste, los módulos circulares del desaparecido Presidio Modelo. La celda que ocupó Fidel Castro está abierta al público. A ocho kilómetros al este se halla la playa de Bibijagua, y en sureste de la isla, Punta del Este, con su playa fabulosa y sus cuevas impactantes decoradas con pinturas rupestres que, en 1910, descubrió de manera casual el náufrago francés Freeman Lane.

Entonces el tesoro de la Isla de la Juventud no radica en las riquezas que pudieron dejar ocultas corsarios y piratas, sino que está a plena luz, en sus bellísimos paisajes, sus zonas de buceo, la riqueza y variedad de su cerámica, su historia. La joyita de los mares del sur.

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